martes, 16 de junio de 2009
¿Qué es posecion demoniaca?
La demonización es una realidad pese a la racionalización del pen¬samiento occidental. El Nuevo Testamento y los acontecimientos co¬tidianos dan fe de lo veraz de la invasión de demonios y el control que ejercen en los humanos.
El humanismo ha hecho a la raza humana un pobre favor. Degra¬da al hombre a una mera criatura natural, producto de la casualidad. Aunque acepta el altísimo nivel en que se han desarrollado las formas de vida, le niega la dignidad de haber sido creado a la imagen de Dios. Le niega el importantísimo mérito de que su personalidad refleja a la Persona de Dios. Le niega el privilegio de enfrentar el pecado por el cual es declarado culpable, condenado y depravado. Lo hace creer que no tiene necesidades ante Dios al tiempo que lo deja desprovisto y sin el compañerismo de Dios y destinado al lago de fuego.
El humanismo también niega la realidad de los demonios y la demoni¬zación. Al tomar esa posición, no puede diagnosticar o aliviar los proble¬mas relacionados con la demonización. A los humanos se les ha pagado con moneda falsa y ahora están cosechando las consecuencias trágicas.
El siquiatra M. Scott Peck captó la atención del público con su li¬bro People ofthe Lie [La gente de la mentira]. En él, Peck reta al enfo¬que científico tradicional que excluye lo malo y lo sobrenatural:
Durante milenios, el concepto del mal fue central al pensamiento religio¬so. Sin embargo, está prácticamente ausente de nuestra ciencia de la sico¬logía, la cual uno esperaría que esté interesada sobre todo en este asunto.
La razón principal de este extraño estado de cosas es que los modelos científico y religioso hasta ahora se han considerado excluyentes, incapa¬ces de coexistir, como el aceite y el agua, mutuamente incompatibles y repelentes ... Por eso es que durante los últimos trescientos años ha existido un estado de separación profunda entre la religión y la ciencia ... La misma palabra «mal» requiere un juicio de valor a priori. Por lo tanto, la ciencia ni siquiera puede tratar el asunto ... Hoy día hay muchas razones que propenden a su integración, una de ellas es el problema mismo de la maldad, aun al punto de la creación de una ciencia que ya no es invalora¬ble. Esta integración comenzó en la década pasada. Y eso es, en realidad, el acontecimiento más importante en la historia intelectual del siglo veinte.
Es tiempo de que los cristianos se sacudan las cadenas de lo cientí¬fico. Debemos enfrentar lo real del mundo divino como algo que tie¬ne que vérselas con la realidad ineludible de la opresión satánica y la demonización. ¿Qué otra cosa puede ayudar a este mundo por el cual Cristo murió? La Escritura dice: «Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo» (1 Jn 3.8). Jesucristo mismo señaló en su primer sermón en Nazaret:
El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos (Le 4.18).
Como los demonios siguen activos, debemos unirnos a nuestro Señor y Salvador en la empresa de proclamar el evangelio de manera que los hombres sean liberados de la esclavitud de Satanás. El apóstol Pablo fue enviado a «que abran sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios» (Hch 26.18).
Haríamos bien, por lo tanto, en considerar la frecuencia, defini¬ción, síntomas, grados y alivio de la demonización tal como nos la presenta el Nuevo Testamento.
FRECUENCIA DE LA DEMONIZACIÓN
Aunque el Antiguo Testamento registra varios casos, es el Nue¬vo el que nos provee una más amplia evidencia del fenómeno de la demonización. Como ya dijimos, los Evangelios se refieren a la demonización unas diecisiete veces. Algunas de estas referencias men¬cionan que Cristo trató a muchos que estaban endemoniados (Mt 8.16; Me 1.32; Le 4.41).
Según el registro sinóptico, Jesús trató nueve casos específicos de personas endemoniadas. Veamos brevemente cada caso:
1. Marcos 1.21-28 (Le 4.31-37). Un hombre en la sinagoga en Capernaum tenía un espíritu inmundo. «Dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruir¬nos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Pero Jesús le reprendió, dicien¬do: ¡Cállate, y sal de él! Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él». Y los que observaban es¬taban asombrados de su autoridad.
2. Lucas 8.2 menciona «algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magda¬lena, de la que habían salido siete demonios». Algunas de ellas acom¬pañaban el grupo de Jesús y los apoyaban.
3. Mateo 12.22-29 registra el caso de un hombre endemoniado
que era ciego y mudo a quien Jesús sanó. Esa fue la ocasión en que los
fariseos dijeron: «Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú,
príncipe de los demonios». Pero Jesús dijo que echaba fuera los demo-
I nios por el Espíritu de Dios, demostrando así que era el Mesías.
4. Mateo 8.28-34 (Me 5.1-17; Le 8.26-37) registrad caso inusual de dos gadarenos que estaban endemoniados, que vivían entre las tumbas y que eran extraordinariamente violentos. En esta ocasión, i ellos lo reconocieron y le rogaron que los enviara a un hato de puer¬cos. Todo el hato se despeñó y pereció en el mar. El incidente muestra el tremendo poder del Señor Jesús.
5. Mateo 9.32-34 registra un caso en que los demonios vivían en un hombre al que habían enmudecido. Llama la atención la reacción de la gente a la sanidad que ejecutó Jesús: «Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel». Este caso no debe confundirse con otro si¬milar de un ciego y mudo que aparece en Mateo 12.
6. Marcos 7.25-30 presenta el caso de una mujer sirofenicia cuya pequeña hija tenía un espíritu inmundo. Después de una conversa¬ción instructiva, el Señor sanó a la niña a la distancia. La mujer volvió a su casa y encontró a su hija libre del demonio.
7. Mateo 17.14-20 (Me 9.14-28; Le 9.37-42). Cuando descendía del monte de la transfiguración, el Señor encontró a un hombre que le imploraba que sanara a su hijo, que «padece muchísimo; porque mu¬chas veces cae en el fuego, y muchas en el agua». Los discípulos no pu¬dieron echar fuera el demonio, pero Jesús «reprendió al demonio, el cual salió del muchacho, y este quedó sano desde aquella hora». Priva¬damente, Jesús les respondió su pregunta, diciéndoles que su falta de fe les había impedido echar fuera el demonio.
8. Lucas 11.14 presenta un tercer caso en que Jesús expulsa un de¬monio que había dejado mudo a un hombre. El hombre habló y la gente se maravilló. Este caso no debe confundirse con la situación de Mateo 12, aunque en esta ocasión los enemigos también acusaron a Jesús de echar fuera demonios por Beelzebú.
9. Lucas 13.10-21 presenta el caso trágico de «una mujer que des¬de hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encor¬vada, y en ninguna manera se podía enderezar». Jesús la liberó y ella pudo erguirse de nuevo y empezó a glorificar a Dios. Al responder las críticas del principal de la sinagoga que reconoció que Cristo había sa¬nado a una persona endemoniada en día de reposo, Jesús le respon¬dió: «Hipócrita... esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de re¬poso?»
Los casos señalados, en los que Jesús sanó a personas endemonia¬das, demuestran concluyentcmente que Cristo usó tales milagros para respaldar su afirmación de que era el Mesías, el Rey de Israel, el Hijo de Dios. Y es claro que los líderes judíos tanto como el pueblo enten¬dieron bien lo que Jesús decía ser. Por eso, en vez de negar los mila¬gros, algo que les era imposible hacer ya que habían ocurrido a la vista de todos y cada caso era muy bien conocido, negaron que Jesús los hi¬ciera por el poder de Dios. En varias ocasiones lo acusaron de estar de acuerdo con Satanás. Por supuesto que Jesús les respondió en forma categórica, como lo señala Mateo 12.25-29.
James Kallas, en una de las «Monografías Bíblicas SPCK», toma to¬dos los milagros de Jesús como evidencia del Reino en manos del Se¬ñor, que recupera al hombre y a la naturaleza que han estado bajo el dominio de Satanás. Aunque considerar todos los milagros en tal sen¬tido pudiera ser forzar un poco la evidencia, vale la pena la consideración.
La realidad de la demonización se evidencia por la gran frecuencia de casos en los evangelios sinópticos. Jesús la reconoció como algo real y, con la autoridad de Dios que tenía, sanó a los afligidos.
DEFINICIÓN DE DEMONIZACIÓN
Veamos la etimología y uso de los términos demonización y sus equivalentes en el Nuevo Testamento.
ETIMOLOGÍA
Esto tiene que ver con el significado de la palabra, para lo cual ana¬liza sus elementos, considerando su raíz y sus derivados. Cuando ana¬lizamos la palabra demonización, inadecuadamente traducida como «posesión demoníaca» es importante observar su raíz y estructura. El verbo daimonizomai significa «estar poseído por un demonio».
El participio de la misma raíz, daimonizomenos, se usa doce veces en el griego del Nuevo Testamento. Solo se emplea en el tiempo presente, indi¬cando el estado continuo de una persona en la que habita un demonio, o de-monizada. Este participio tiene componentes estructurales. Primero, la raíz, daimon, que indica la presencia de demonios. Segundo, la base causativa iz, que muestra que en este verbo hay una causa activa.5 Tercero, la termina¬ción, órnenos. Esta comunica la pasividad de la persona descrita como demonizada.
Uniendo todo, el participio en su raíz significa «el demonio causa pasividad». Esto indica más bien un control que únicamente el estado demonizado de la persona; que es quien recibe la acción del demonio. En otras palabras, la demonización describe a un demonio controlan¬do parcialmente al humano pasivo.
Traducir este participio como «poseído por un demonio» produce confusión. La paíabrz posesión implica propiedad. En realidad, los demo¬nios no son dueños de nada. El Nuevo Testamento se refiere a ellos como intrusos o invasores de un territorio que no les pertenece. El dueño de ellos es Dios, porque Él es su Creador y su juez. Al usarse esa traduc¬ción inadecuada, se lleva a la gente a tener un concepto equivocado del estado de la persona endemoniada y provoca sin duda consternación y terror en los corazones de las personas afectadas y todos los que se intere¬sen por su bienestar.
En mi libro Angels, Elect andEvil [Ángeles: predestinados y malos], publicado en 1975, cito con su consentimiento una definición de Unger: «Posesión demoníaca es un estado en el cual uno o más espíritus malos o demonios habitan el cuerpo de un ser humano y pueden tomar a voluntad control completo de su víctima»/ Seis años después de esta cita, Unger escribió otro libro en el cual modifica su definición. Dice:
Desafortunadamente, el término «posesión demoníaca» es usado de manera popular no para referirse en forma correcta a todos los casos de invasión demoníaca, sino en modo erróneo para referirse única¬mente a las formas más bajas y esclavizantes, tales como la del ende¬moniado de Gadara (Me 5.1-20).
Es mucho mejor usar el término «demonización» o «demoniza¬do». Unger está de acuerdo con esto y además describe el término como estar «bajo el control de uno o más demonios».
Uso
El empleo de la palabra daimonizomenos en sus diversos contextos confirma el sentido derivado de su etimología, tal como lo describi¬mos. En Mateo 8.28 el término se usa para referirse a dos personas endemoniadas. Su conducta anormal indica control sobrenatural, particularmente conocimiento y fuerza, a la vez que el uso de voz por el líder del grupo de demonios que habitaban esos cuerpos. Todo esto indica el control de un demonio con la pasividad de parte de los hom¬bres. Es digno de notarse que cuando Jesús sanó a uno de los hom¬bres, recuperó el control de su mente, se vistió como correspondía y se sentó con Jesús (Le 8.35).
En Mateo 9.32 se nos dice que trajeron a Jesús a un hombre mudo que estaba endemoniado. En este caso, el demonio había provocado parálisis en el habla del hombre. Estaba incapacitado para usar su voz, no por alguna herida o un problema congénito o endógeno sino, por¬que el demonio estaba controlando su mecanismo del habla. Esto se confirma porque cuando el demonio fue expulsado de él, el hombre pudo hablar. No hubo un periodo de recuperación o aprendizaje. El control del demonio acabó; el hombre de nuevo estuvo en control de sí mismo.
La misma situación se da en el caso del ciego mudo de Mateo 12.22. Aquí, el demonio no solo intervino con su hablar sino también con su capacidad de ver. De nuevo, no se trataba de un problema físi¬co ni sicológico. Sin ningún lugar a duda la causa en ambas dificulta¬des estaba en control del demonio. Porque cuando Jesús lo expulsó, el hombre pudo ver y hablar con normalidad.
El uso en todos estos contextos indica que daimonizomenos quiere decir «pasividad causada por demonio» o control por uno o más de¬monios con varios resultados en la vida de la persona, incluyendo los aspectos físico y sicológico.
TÉRMINOS EQUIVALENTES
Una expresión paralela corriente en el Nuevo Testamento es «te¬ner un espíritu», tal como leemos en Lucas 4.33, donde la frase en griego en realidad dice: «teniendo el espíritu de un demonio inmun¬do» (echónpneuma daimoniou akathartoii). La misma expresión se usa en Hechos 8.7 en relación con aquellos que iban a Felipe para que los liberara de los espíritus. Eso ocurrió en Samaria. En Hechos 16.16, cuando Pablo estaba en Filipo de Macedonia, tuvo que enfrentar a «cierta niña esclava que tenía un espíritu de adivinación», literalmen¬te, «que tenía un espíritu de pitón» (echousan pneuma puthona). Este espíritu hacía que la muchacha diera grandes ganancias a sus amos mediante la adivinación.
Hay otras expresiones paralelas. En Marcos 1.23 encontramos a un hombre con un espíritu inmundo (enpneumati akatharto). En Lu¬cas 6.18 leemos que Jesús sanó a «los que habían sido atormentados de espíritus inmundos» (enochloumenoi apo pneumaton akathartorí). Pedro, en Hechos 10.38, hablando por primera vez a los gentiles, menciona a Jesús y sus credenciales, incluyendo aquello de que «an¬duvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo» (katadunasteuomenous hupo tou diabolou}. En Hechos 5.16 la gente vecina a Jerusalén trajo a los que «estaban enfermos o atormentados de espíritus inmundos» (ochloumenous hupo pneumaton akathartorí). Una madre describe un caso particularmente doloroso cuando dice que su hija es «gravemente atormentada» (kakos daimonizetai\ Mt
15.22).
Siempre, la demonización se presenta como un espíritu habitando un humano. Esto es evidente en expresiones tales como «porque mu¬chos demonios habían entrado en él» (eiselthen... eis autorí). Aquí, el espíritu, que es externo al hombre, invade su cuerpo, más específica¬mente, el centro que controla el cerebro que afecta su mente, conduc¬ta y fuerza física (Le 8.30).
En Mateo 12.43-45, Jesús describe con claridad el fenómeno y la acompañante actividad de la demonización:
Cuando el espíritu sale del hombre, anda por lugares secos, buscando re¬poso, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
El Señor se refiere al demonio que reside en el hombre como si fuera su casa, un lugar donde elige vivir. Puede salir y regresar. Nótese tam¬bién que un humano puede tener residiendo dentro de sí a más de un demonio.
Parece claro que tendríamos que definir demonización como la pasividad causada por un demonio o el control que ejerce un demo¬nio cuando vive en una persona, y que se manifiesta con diversos de¬sórdenes físicos y mentales y en diversos grados.
Algunos autores mencionan cuatro niveles de control demoníaco:
(1) simple sojuzgamiento,
(2) demonización,
(3) obsesión,
(4) posesión demoníaca por un espíritu que vive en la persona. La Biblia no hace tal diferenciación, sino que simplemente califica la obra demoníaca como externa e interna.
Si es interna, es demonización, el término apropiado para lo que común y erróneamente se llama «posesión demoníaca».
SÍNTOMAS
Síntomas en general ¿Cuáles son las características de la demoniza¬ción? «La característica principal de la posesión demoníaca ... es la proyección automática de una nueva personalidad en la víctima» Demonización no es simplemente una antigua forma de referirse a la esquizofrenia, la que muchos creen que es causada por un desequili¬brio químico en el cerebro, agravado por circunstancias que condu¬cen a pensamientos, emociones y conductas anormales. La verdadera esquizofrenia puede ser aliviada mediante la aplicación adecuada de fármacoterapia. Pero no estamos hablando de enfermedades huma¬nas. En la demonización, la personalidad del demonio eclipsa la de la persona afectada. Él desarrolla su personalidad a través del cuerpo humano a mayor o menor grado. El control puede ser manifiesto o en¬cubierto. En efecto, no hay indicación de que el humano esté conscien¬te de la demonización para ser clasificado. La característica primaria parece ser el control del proceso de pensamiento y las emociones.
Síntomas específicos en la Escritura. En el Nuevo Testamento pode¬mos notar una variedad de síntomas. Kurt Koch analiza la historia del endemoniado de Marcos 5. Sugiere ocho síntomas de posesión:
1. Habitado por un espíritu inmundo (Me 5.2). Esta es, en rea¬lidad, la causa de los síntomas.
2. Fuerza física extraordinaria (v. 3).
3. Paroxismo o accesos de ira (v. 4).
4. Desintegración o división de la personalidad (w. 6-7). El hombre corre a Jesús buscando ayuda, pero al mismo tiempo se siente temeroso.
5. Resistencia a las cosas espirituales (v. 7). Pidió a Jesús que lo
dejara solo.
6. La hiperestesia o excesiva sensibilidad, tal como poderes de clarividencia (v. 7). Conoció inmediatamente, sin informa¬ción previa, la identidad de Jesús.
7. Cambio en la voz (v. 9). Una legión de demonios hablaba usando sus facultades vocales.
8. Transferencia ocultista (v. 13). Los demonios dejaron al hombre y entraron en los cerdos con efectos destructivos.10
No podemos clasificar los últimos cuatro síntomas como resulta¬do de una enfermedad siquiátrica. Como dice Koch:
Por ejemplo, la clarividencia en sí misma jamás ha sido un signo de enfermedad, y un paciente mental nunca podrá hablar con una voz o un idioma que antes no haya aprendido. Esto es exactamente lo que ocurrió y ocurre en algunos casos de posesión.
Estrictamente hablando, la transferencia no se puede clasificar como un síntoma de demonización. Es el resultado de la expulsión de los demonios o del tratamiento recibido por la persona endemoniada.
Los síntomas notados en Marcos 5, sin embargo, no agotan las in¬dicaciones escritúrales de demonización. Hay otros casos de severidad variada. Hemos visto personas que eran mudas o ciegas y mudas. Hubo un caso de ataque que algunos incorrectamente identifican como epi¬lepsia. En ese caso, el ataque lanzaba a la persona al fuego o al agua con el fin de destruirla (Me 9.22). Luego está una mujer que parecía tener una severa escoliosis, es decir, que tenía su espalda encorvada. Je¬sús dijo que esto había sido causado por un espíritu satánico (Lc. 13.11-17).
Los que participan en prácticas ocultistas y que están capacitados por espíritus malignos sin duda que energizados por ellos harán cosas fuera de lo común. Pensemos en los efectos sobrenaturales produci¬dos por los magos de la corte de Faraón según leemos en Éxodo. Si¬món, el mago samaritano, que practicaba la magia, asombraba a la gente «haciéndose pasar por algún grande... a este oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios» (Hch 8.9-10). Él creía que también podía obte¬ner poder externo, tal como queda demostrado cuando ofreció dinero a los apóstoles para que le dieran el poder que tenían (Hch 8.18-20). Nótese también la habilidad de adivinar de la joven esclava en la que vivía un espíritu de adivinación (Hch 16.16).
Síntomas advertidos por consejeros.
Quienes trabajan con endemo¬niados han notado algo de lo ya mencionado y están de acuerdo en cuanto a los síntomas. Unger hace una lista que incluye: proyección de una nueva personalidad, conocimiento sobrenatural (incluyendo la habilidad de hablar en idiomas no aprendidos previamente), fuerza física sobrenatural, depravación moral; además de lo anterior, suele haber profunda melancolía o aparente idiotez, éxtasis, malignidad ex¬trema o conducta feroz, actos inconscientes, y expulsión de espuma por la boca.12 (Nótese algo de esto en Le 9.39, 42.)
Koch hace una lista de los siguientes síntomas advertidos en su tra¬bajo de consejería: resistencia a la oración o a la lectura de la Biblia, caer en trance durante la oración, reacción ante el nombre de Jesús, exhibición de habilidades de clarividencia, y hablar en idiomas no aprendidos. Y advierte, a aquellos que hacen exagerados esfuerzos por hablar en lenguas, que Satanás tiene sus falsificaciones.
El siquiatra alemán Alfred Lechler hace una lista de estos sín¬tomas: pasión por mentir y pensamientos impuros, inquietud, de¬presión y miedo, compulsión a rebelarse contra Dios o blasfemar, vio¬lencia y proferir maldiciones, excesivas ansias sexuales o sensuales, resistencia y odio a las cosas espirituales, incapacidad de pronunciar o escribir el nombre de Jesús, apariencia de ejercer como médium o ha¬bilidades de clarividencia, incapacidad de seguir los consejos cristia¬nos, resistencia a los consejeros cristianos, incapacidad de renunciar a las obras del diablo, ataques o periodos de inconsciencia, hablar en idiomas no aprendidos, fuerza física extraordinaria, importunación con dolores no relacionados con enfermedades o heridas. Advierte que algunas de esas señales pueden parecer originarse en mera suges¬tión o aflicción en vez de verdadera demonización, ya que tales señales tienen mucho en común. Toda la segunda sección del libro de Koch es escrita por Lechler para tratar el problema de la relación y diferen¬cia entre lo sicológico y lo demoníaco.
Es fácil advertir que los síntomas mencionados por los consejeros que trabajan con personas endemoniadas hoy son similares a los que encontramos en los casos bíblicos. También notamos que algunos de los síntomas de demonización coinciden en parte con enfermedades sicológicas y otras más allá de lo que podríamos explicar razonable¬mente por tal designación.
Los demonios también pueden entrar en animales para controlar¬los, en alguna manera. Este fue el caso con los cerdos, que sin duda fueron lanzados por los demonios al mar para destruirlos. Los mismos términos empleados en el caso de los cerdos se usan en el de los seres humanos; «los demonios salieron del hombre y entraron en los cer¬dos» (exelthonta de ta daimonia apo tou anthropou eiselthon eis tous choirous). Los consejeros modernos reportan casos similares.
Los consejeros harían bien en tomar en cuenta la información bí¬blica y clínica sugerida en la información anterior.
GRADOS DE DEMONIZACIÓN
Aunque ya vimos parcialmente los grados de la demonización, de¬bemos añadir unas observaciones. Unger comenta:
Es evidente, entonces, que todas las invasiones demoníacas son demoni¬zación a diversos grados e intensidad de severidad. Es bíblicamente per¬misible llamarlas «posesión demoníaca» en lugar de demonización, pero solo mientras su uso no atente para diferenciarlas de la demonización en general o en algunos casos las limite (las formas benignas) en lugar de en todos los casos (incluyendo las formas más severas) ... Toda vez que los casos de demonización severa son indudablemente formas bien diferen¬tes a aquellas benignas, de todos modos son meras variaciones en grado del mismo fenómeno sobrenatural. Ambas involucran invasión demo¬níaca y tienen en algún grado el control satánico.
¿A qué podríamos atribuir los diferentes grados de expresión en la demonización? Primero, está el asunto de los grados de perversidad de los espíritus. Jesús habló de un espíritu que regresaba a su casa (el cuerpo de un hombre) del cual había salido; y «toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero» (Mt 12.44-45).
Segundo, es lógico pensar que a mayor cantidad de demonios, ma¬yor es el dominio que estos tienen sobre la persona. Esto da como re¬sultado un mayor control y de seguro más manifestaciones violentas. Pensemos en el caso del endemoniado que tenía un espíritu llamado «Legión». Al usar ese nombre, este espíritu estaba diciendo que con él había miles de demonios. En aquel tiempo una legión romana com¬prendía generalmente seis mil soldados. Cualquiera que sea el caso, había tantos demonios en un hombre que entraron en dos mil cerdos y los llevaron a la muerte. No se nos dice cómo hicieron los demonios para controlar la piara de cerdos, pero creemos que había varios en cada uno de ellos. De paso, eso indica que los demonios no tienen di¬ficultades para ocupar espacios pequeños. Como son seres espiritua¬les, no tienen dimensión ni peso.
Una tercera observación relacionada con el grado de severidad es el asunto de la organización. Puesto que tanto los ángeles como los demonios tienen rangos, pareciera que los demonios de mayor jerar¬quía ejercen más poder y usan la organización de sus ejércitos bajo su mando para aumentar su eficacia. También puede ser que mientras mejor organizados estén operarán con mayor efectividad.
De los ejemplos bíblicos no podemos deducir que los síntomas de la demonización estuvieron presentes en cada ocasión. Había muchos que sufrían la opresión de espíritus que los habitaban. A nosotros solo se nos dan los ejemplos más relevantes. Jesús trató estos casos para que la gente pudiera ver los milagros de liberación de modo que nadie pu¬diera negarlos. Estos casos de expulsión de demonios fueron prueba contundente de su deidad y su calidad de Mesías. Es posible que algu¬nas personas ni siquiera se hayan percatado de que estaban demonizadas.
ALIVIO DE LA DEMONIZACIÓN
Hay liberación de la demonización. Se encuentra en Cristo, y por autoridad delegada en los verdaderos creyentes en Cristo.
LIBERACIÓN POR CRISTO
Su ministerio personal. Jesús liberó a los endemoniados al echar fuera a los demonios con su propia autoridad sobre el mundo espiri¬tual (Mt 8.16, 32; 9.33; 12.28; Me 1.27). El alivio vino de inmediato y pareció ser permanente (Me 5.15).
Sus ministros delegados. Cristo delegó a sus discípulos autoridad so¬bre los demonios (Mt 10.1; Me 3.14-15). Los setenta se dieron cuen¬ta de que a ellos también les había dado autoridad sobre los demonios, porque estos se les sujetaban en el nombre de Jesús (Le 10.17-20).
Su obra redentora. Por su cruz, Cristo despojó a los espíritus malig¬nos de sus armas, exhibiéndolos públicamente; los cristianos andan en el séquito de su triunfo (Col 2.14-15). Él mismo dijo que Satanás fue juzgado a través de la cruz (Jn 12.31-33; 16.11). Mediante su muerte, Cristo derrotó al diablo y liberó a los que estaban sujetos al temor de la muerte y esclavos de Satanás y sus demonios (Heb 2.14-15).
Hoy día, el Salvador resucitado es exaltado por sobre todos los se¬res angelicales, y estos están sujetos a su nombre (Flp 2.9-11; 1 P 3.22).
Cristo triunfó sobre Satanás y los demonios y libera a todos los que confían en Él. Es únicamente viniendo a Él que los hombres pueden ser liberados de la demonización.
LIBERACIÓN A TRAVÉS DE LOS CREYENTES
El Señor prometió: «Edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades (autoridades del mundo invisible, incluyendo los demonios) no pre¬valecerán contra ella» (Mt 16.18). Los miembros del Cuerpo de Cris¬to, su Iglesia, que están calificados y caminan en compañerismo con Él, pueden ayudar a otros a encontrar la liberación de la demoniza¬ción.
Por la autoridad de Cristo. Si los creyentes se van a involucrar en la liberación de la gente de la dominación de los demonios, no podrán
hacerlo por su propio poder o sabiduría; es únicamente a través de la autoridad que les concede Cristo. Lo acompañaran sus discípulos, o fueran los apóstoles y sus seguidores como vemos en Hechos, la libe¬ración se hacía únicamente mediante la autoridad delegada por el re¬sucitado Cristo Jesús.
Todos los cristianos están involucrados en un conflicto espiritual (Ef 6.10-18). Todos los cristianos tienen la autoridad delegada de Cristo para llevar a cabo su ministerio de hacer discípulos (Mt 28.19-20). Aun cuando no se trate de hacer milagros para probar la deidad de Cristo o para respaldar el mensaje del evangelio, tenemos toda la autoridad que necesitamos para enfrentar las huestes de Satanás. Necesitamos advertir que echar fuera demonios no es un don espiri¬tual o la habilidad peculiar de unos pocos creyentes excepcionales.
No necesitamos vivir bajo el terror del poder demoníaco como si Cristo no hubiera derrotado a Satanás ni este no estuviera sujeto a Él y a nosotros debido a nuestra posición en Cristo.
Cristo resucitó y fue exaltado a la diestra de Dios, y nosotros legalmente tenemos el dere¬cho de compartir esa posición (Ef 1.19-21; 2.5-6). Donde se requiere de liberación, la iglesia del exaltado Señor no puede fallar en satisfacer esa necesidad o hacer las obras de Él (Mt 16.18; Jn 14.12-14).
Por principios bíblicos. En el proceso de tratar a las personas en¬demoniadas, debemos aplicar los principios de la Escritura. Es im¬portante conseguir un diagnóstico apropiado según los síntomas presentados bíblicamente. Esto ayudará de manera considerable a las personas afectadas. Debemos hablar la verdad en amor. A veces será necesario confrontar a las personas con la posibilidad de que los de¬monios estén involucrados en sus zozobras. En estos casos tenemos que ser muy cuidadosos para no atribuir todos los fenómenos desco¬nocidos a los demonios. Pero por otro lado, no tenemos que temer confrontar la verdad o el poder de los espíritus malignos. Estamos en Cristo, muy por encima del enemigo, en autoridad. Los demonios sa¬ben esto y tiemblan.
Cristo alentó la oración para liberación (Me 9.29). La falta de ora¬ción puede indicar falta de fe (Mt 17.18-20). Los consejeros necesitan orar con sus pacientes y los cristianos con sus hermanos creyentes
acerca de esto. Mientras más específicos seamos en nuestra oración, más aprenderemos de la guerra espiritual y de la liberación hecha por el Señor.
A veces, la liberación demanda una orden directa al demonio que habita el cuerpo de una persona. Jesús y los apóstoles hablaban direc¬to a los demonios (Mt 8.32; Me 5.8; Hch 16.18). Les ordenaban que salieran y los demonios tenían que someterse a la autoridad de Cristo. Insistimos en que hoy los creyentes no llevan a cabo milagros mesiáni-cos, y puede que no siempre se dé el alivio inmediato como se dio en los casos de liberación milagrosa efectuados por Jesús. Sin embargo, está dentro de nuestra prerrogativa mandar en el nombre de Cristo y poner a los demonios bajo coacción para que obedezcan. En esto, Cristo nos respaldará (Mt 18.18-19), y debemos adoptar una posi¬ción absolutamente firme y resuelta (Ef 6.10-20).
CONCLUSIÓN
La Biblia no solo presenta a los demonios como una realidad viva, sino que también trata la demonización como una realidad trágica. No es una equivocación supersticiosa o una descripción religiosa de un fenómeno que podemos explicar hoy en términos científicos o si¬cológicos. El fenómeno de la demonización supera la explicación científica y sicológica. Está marcado por la influencia de una persona¬lidad demoníaca dentro de un ser humano con ciertas características bien definidas, un síndrome demoníaco obvio en la Escritura y en los actuales casos de estudio.
Debemos estar listos para reconocer esta realidad, no como la últi¬ma cosa que sospechemos al tratar con una persona con síntomas du¬dosos. Pero, tomando un punto de vista bíblico del mundo y un apropiado acercamiento global, deberíamos investigar todas las cau¬sas posibles. Debemos afirmarnos en la autoridad de Cristo y tratar la demonización realista y compasivamente.
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